Conversar, jugar, salir juntos y hasta aburrirse, son las claves para criar chicos más conectados con el mundo que los rodea que con las pantallas. Un desafío que vLos chicos están de nuevo en el colegio, nosotros tenemos la vida más organizada, madrugamos y, a las ocho de la mañana, muy temprano, la casa ya está en silencio. A veces estamos encantadas, pero otras nos da un poco de pena que se acabe ese tiempo de disponibilidad mutua con nuestros hijos que nos ofrecieron las vacaciones.
No hay otra alternativa: los padres trabajamos, los chicos van al colegio, y las vacaciones son el premio luego del trabajo o el estudio, pero ¡en algún momento se terminan! De todos modos, es importante que tratemos de conservar algo del espíritu de las últimas semanas para seguir divirtiéndonos, solas o con los chicos, sin transformarnos en madres eficientes que solo tienen tiempo para temas administrativos y serios.
¿Pero cómo se hace? De pronto, el reloj nos corre: los chicos tienen que bañarse, hacer la tarea, pasarse el peine fino, y eso sin dejar de jugar, ver tele, ir un rato a la plaza, andar en bici, visitar amigos, jugar a algún jueguito electrónico, conectarse con la computadora, etcétera. Durante las vacaciones, había tiempo para todo eso, y también para estar con mamá y papá… ¡y pasarlo bien con ellos!
Si durante el verano no era tan importante controlar el tiempo de pantallas, ahora se hace indispensable, porque podemos perder a nuestros hijos detrás de ellas en ese corto tiempo que pasamos juntos.Si a eso le sumamos nuestra propia esclavitud con el teléfono, los mensajes y la computadora… vamos a tener que pedir turno para conversar.
Por eso es fundamental el tiempo de calidad con los chicos. De ninguna forma creo que la calidad reemplace a la cantidad, pero en esas pocas horas que compartimos por día tenemos que encontrar momentos de disponibilidad con cada hijo, tanto de mamá como de papá, y también de todos juntos. Es cuestión de proponérselo… Podemos lograrlo teniendo en cuenta dos pilares.
El primero es armar rutinas y rituales para organizarnos, de modo de saber cuándo empieza el horario “administrativo” de tareas, baños, uniformes, mochilas… Podríamos armar incluso una asamblea familiar para consensuarlas. Probablemente no podamos hacer exactamente lo que los chicos quieren, pero es bueno escucharlos y que se sientan escuchados, para resolver de acuerdo con eso, tratando de incluir algo de lo que cada uno propone.
Esas mismas rutinas podrían revisarse después de las vacaciones de invierno, y sería ideal que nos quedara un rato después de comer para conversar, jugar a algo, y así sostener aunque sea ese pedacito del ritmo de vacaciones. Es una linda forma de que no se haga tan pesada la semana ni tan largo el año.
El segundo pilar es un convenio –para toda la familia– de tiempo sin pantallas por día (que incluya los teléfonos celulares): alrededor de dos horas para los adultos y adolescentes, y aún menos para los chicos (no más de una hora con pantallas en jardín y primaria). Ellos necesitan contar con tiempo libre “desenchufado” y también saber que tienen la atención plena de sus padres durante ese tiempo, con el enorme beneficio de un modelo de padres no tan conectados.
Una vez que lo logremos, quedará espacio para conversar, jugar, salir juntos, y hasta pueden ayudarnos a cocinar o a poner la mesa sin tantas protestas. No hay como aburrirse y no tener nada que hacer para ponerse creativo y encontrarnos cara a cara. Una costumbre que, pese a lo que quieran hacernos creer, sigue y seguirá siendo la mejor forma de conexión humana.
MARITCHU SEITÚN ( PSICÓLOGA, TRABAJA EN ORIENTACIÓN A PADRES, AUTORA DE “CRIAR HIJOS CONFIADOS, MOTIVADOS Y SEGUROS” ).