Como un desafortunado resultado de la serie de libros sobre como ser buenos padres, vemos que los adultos se vieron divididos entre: su intuición, el tomar a sus propios padres como modelos y los libros que les decían lo que deberían hacer. El resultado fue con más frecuencia, la más absoluta confusión. En ocasiones obraban de una manera, en otras, de otro modo y a menudo resolvían el problema mediante la absoluta renuncia a sus papeles de padres. En realidad, para los padres, no hay más que una manera consistente de actuar y es ser exactamente ellos mismos, pues no existen reglas universalmente válidas.
Afortunadamente estamos saliendo ya de la moda según la cual “a un niño no debería frustrárselo casi en ningún deseo”. Aún hay personas que creen que es lo mejor, pero se le hace tanto daño al niño permitiéndosele todo, como no dejándolo hacer nada. Son dos extremos perniciosos.
¿Qué sucede cuando un chico no encuentra límites firmes frente a sus deseos? Se volverá cada vez más caprichoso, querrá cada vez más cosas y al obtenerlas fácilmente, esas cosas perderán valor para él.
Los niños necesitan una clara estructura en la cual puedan funcionar. La falta de disciplina crea una importante fricción entre hijos y padres porque no existen reglas establecidas. Esta falta de definición, esta falta de fronteras claras entre adultos y niños, hace que éstos decidan como adultos, impidiendo que lleguen a liberarse emocionalmente de sus padres, que se separen, que crezcan, que se conviertan en adultos reales. De todas formas, aún cuando sus padres no pongan límites, la vida se los impondrá y ellos no sabrán como reaccionar.
Muchos padres y maestros creen que se ayuda a los niños a alcanzar una buena educación, reprimiendo las malas conductas y premiando las buenas. “Los premios y castigos” pueden ser efectivos a corto plazo, pero no en forma mediata. Cuando respondemos a una conducta equívoca con un castigo, pueden surgir varias posibilidades:
– La más común de ellas es el Cálculo de los riesgos: el niño al ser castigado, repetirá el mismo acto pero tratará de no ser atrapado la próxima vez.
– El segundo resultado posible es el opuesto, la Ciega conformidad: algunos niños son conformistas, pues esa actitud les asegura tranquilidad y respeto.
– La tercera consecuencia es la Agresividad desmedida: que se va engendrando en el niño castigado o censurado permanentemente.
Cuando se aplican recompensas deben utilizarse en momentos oportunos, en que consideremos que actuarán como estímulo, como signo de aprobación y reconocimiento; solo así su utilización será positiva.
Mediante el abuso de castigos y premios los adultos podemos obtener niños dependientes y obedientes.
Los niños sumisos que se muestran siempre obedientes, no aprenden a tomar decisiones adecuadas. Es cierto que aquellos que sí intentan tomarlas, muchas veces lo hacen en forma equivocada, pero el hacerlo de manera autónoma, es importante para su vida futura. Van adquiriendo mayor responsabilidad, cuando esas decisiones son tomadas por ellos mismos. El rol adulto en estos casos, debe centrarse en la búsqueda del diálogo y a través del mismo, llegar a la comprensión por parte del niño, de su mejor posición frente a la situación planteada.
Lo importante es decidir qué cuestiones son intolerables para nosotros como padres o imprescindibles para ellos como niños, poniendo tan pocas reglas o tantas como consideren adecuadas con la propia personalidad y sentido de los valores, actuando en consecuencia sin vacilaciones, sin disculpas, sin falsos temores a ser injustos. Podremos así encontrar también la oportunidad de buscar junto a ellos, la solución a pequeños conflictos, aunque siendo concientes que las ideas discutidas puedan requerir una mayor cuota de paciencia por parte del adulto.
Los buenos razonamientos no aparecen repentinamente, sino que es un lento aprendizaje el que va desarrollando la habilidad para pensar lógicamente.
Las reglas establecidas dentro del hogar, serán como mapas o guías, nos ayudarán a movernos y a encontrar el camino, siempre que las entendamos.