Diferentes estilos de padres, y sus errores

No resulta fácil lograr un adecuado equilibrio para criar a nuestros hijos “?con raíces y con alas”, en palabras de Alexander Lyford-Pike, entre el extremo de protegerlos por demás, y el de abandonarlos, dejándolos volar antes de que estén preparados. Nos preguntamos cómo estar cerca por si nos necesitan, y al mismo tiempo dejarlos hacer, incluso equivocarse. Y cuándo vigilar, prohibir, impedir, y cuándo soltar. Y cuál es la edad de hacerlo para cada tema.

No podemos mandar a nuestro hijo de seis años al colegio sin lápiz negro en castigo por haberlo perdido, pero en algún momento él se tiene que hacer cargo de lo que pierde?

Veamos algunos estilos de padres:

Los ansiosos/preocupados no toleran lo que sienten y terminan resolviendo muchos temas de sus hijos sin darles tiempo a registrar el deseo, la falta, la necesidad, ni tampoco las consecuencias de su “no ocuparse”. Los chicos se convencen de que “la magia existe” y andan tranquilos por la vida con ese progenitor que soluciona todo antes de que ellos se preocupen.

Los apurados resuelven los temas antes de que el hijo pueda pensar, interesarse o ponerse en acción. Los adultos somos tanto más rápidos y eficientes que nos cuesta esperarlos y, con ello, favorecer la independencia.

Los sobreprotectores no toleran que su hijo sufra o no lo ven capaz de resolver (¡pero si no lo intentan nunca lo van a lograr!): por ejemplo, le siguen recordando a la hija que lleve la guitarra hasta los 16. “Es que si no se pierde la clase, y le encanta.” La hija, con esa madre/secretaria/agenda perfecta, no necesita ocuparse de lo que tiene que llevar, y se puede dar el lujo de enojarse con ella cuando se equivoca o se olvida de algo. Y la hija no aprende?

Los padres hiperexigentes desaniman a los hijos con sus expectativas muy altas, y los chicos terminan diciendo: “Pintámelo vos”, “corregime las faltas” o “atame [las zapatillas]”, sin hacerse cargo de sus cosas porque les resulta imposible realizarlas de la forma en que mamá quiere que las haga. No es lo mismo ordenar los juguetes que pretender que el cuarto esté para foto de revista.

El camino a la independencia se recorre con pasos chiquitos, ¡pero dando algunos pasos! Primero los bañamos de pies a cabeza, más adelante aflojamos las canillas y los invitamos a abrirlas y también a enjabonarse, pero les seguimos lavando el pelo. De a poco llegaremos a una revisación general de cuando en cuando; si pretendemos dejarlos solos recién cuando se sepan lavar impecablemente las orejas, se nos va a complicar. Lo mismo pasa con otros temas: habrá colas paspadas y peinados “raros” hasta que aprendan a peinarse o a limpiarse en el baño. Se van a equivocar… y ésa es la idea. Porque vale la pena dejarlos cometer errores pequeños con consecuencias también pequeñas cuando son chiquitos y están cerca nuestro para curar sus heridas, acompañarlos a procesar lo ocurrido y a aprender de la experiencia, de modo que vayan internalizando nuestros cuidados para cuando, más grandes, ya no estén cerca para escuchar nuestras recomendaciones.

Atención también a los padres que entregan la independencia a su hijos antes de tiempo. Ellos necesitan por muchos años una brújula que les marque el rumbo, si la brújula paterna no está disponible la buscan en otra parte, y ahí empiezan otras dificultades.

No abdiquemos nuestra responsabilidad, porque nuestros “hacelo ahora”, “no”, “todavía no estás listo”, los hacen sentir seguros y a la vez acrecientan sus deseos de romper el capullo armado por sus padres para finalmente, con la fuerza adquirida en ese intento, lograr desplegar sus alas, levantar vuelo y salir al mundo.

MARITCHU SEITÚN ( LICENCIADA EN PSICOLOGÍA ESPECIALISTA EN ORIENTACIÓN A PADRES)